Rozo tus pies descalzos con los míos.
Como a lo lejos, unos pequeños pasos. Pies descalzos. Se acercan, rodean la cama. El lado derecho es el más franqueable. Después, un pequeño y suave beso, anticipado tributo a la ocupación.
Los segundos pasos, también descalzos, no tardarán en llegar. Estos ya no tributan, por antigüedad.
Los cuatro, juntos, eternos...
Lapso matinal que unos sábados dura más y otros menos, dependiendo del tiempo que contengamos la algarabía. Algarabía para despertar. Algarabía para soñar.
Lo leí hace unos días. Es precioso. Los pequeños pies descalzos mueven el mundo, sin duda.
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