El otro día dejamos en casa de la abuela a Natalia toda la mañana. Cuando Marcos y yo volvimos del colegio a las pocas horas, Natalia nos abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa que no le cabía en la cara, y al tiempo que trataba de transmitirle con la expresión de sus ojos a Marcos su alegria por verle de nuevo, le abrazó y le preguntó:
- ¡Marcos! ¿Has crecido un estirón?
Marcos ajeno al lío de palabras que se había hecho Natalia no entendió nada, la abrazó y le dio un beso, y yo no pude más que reirme, y después "ensanché un estirón", porque esa gracia, esa ternura y ese amor, a un padre no le caben en el cuerpo.
Felicidades Marcos.
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